El profesor Ignacio Calderón Almendros* es uno de los más célebres expositores internacionales que reservan los Seminarios de Educación Inclusiva, que desde 2017 organizan en el continente americano la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización Internacional de Teletones (ORITEL)
Parte de su concepción filosófica, sus principios y experiencia, que sustentan su tenaz y apasionante dedicación para contribuir a la reconstrucción de sistemas educativos que contemplen a toda la comunidad sin restricciones ni desigualdades de ningún tipo, queda reflejada meridianamente en esta entrevista en la que asegura que las barreras más complejas “son las emocionales” y que los Estados son las organizaciones irremplazables para garantizar que la Educación Inclusiva sea instrumentada y protegida conforme al derecho consagrado.
“Los docentes tenemos una tarea muy compleja pero también apasionante para deconstruir la desigualdad que hemos vivido y propiciado”, afirma sin ambages.
Como sucedió en Uruguay, Paraguay, Chile y México, Calderón integrará nuevamente el equipo de especialistas que expondrá este año en los próximos dos Seminarios de Educación Inclusiva OEA-ORITEL que se desarrollarán en Perú y en Honduras los próximos 2 y 3 de setiembre y 5 y 6 de setiembre, respectivamente.
“Si los trabajos realizados en los seminarios tienen continuidad pueden ser el germen de algo valioso para la región, especialmente si ponemos en relación los proyectos que emerjan en cada país”, sostiene Calderón.
1. A su juicio ¿cuál es la enseñanza más relevante que ha capitalizado como experto durante los seminarios de OEA-ORITEL que hasta el momento se han organizado en tierras americanas?
Ha habido muchas, pero probablemente la de mayor calado es la necesidad de abrir procesos de participación entre toda la comunidad educativa. Y con ello me refiero a toda, incluso a la que no está reconocida como tal. La escuela como institución encargada de desarrollar el derecho a la educación, que tiene el mandato (fundamentalmente moral, pero también legal) y el reto de abrirse a toda la infancia, necesita abrir espacios de diálogo para reconfigurarse. Y en esta participación han de tener un peso fundamental las voces de quienes no han sido escuchados hasta el momento: a) niños, niñas y jóvenes, incluidos quienes han sido históricamente ninguneados, maltratados, expulsados o nunca recibidos; b) familias, y más aún quienes tienen menos recursos económicos, sociales y culturales, y en general las que acumulan un mayor dolor respecto a la escolarización de sus familiares; c) profesorado, el que nunca estuvo a cargo de los colectivos excluidos y el que se ha responsabilizado exclusivamente de éstos; d) y administradores y políticos, que han de asumir el reto con todas sus consecuencias, haciendo ver la necesidad de transformar las instituciones educativas y poniendo los recursos necesarios para que se pueda llevar a cabo el cambio. No es una cuestión solo de legislar, sino de desarrollar propuestas que deben llevar aparejadas inversiones en políticas que aseguren la mejora de las escuelas. Una de ellas es el favorecimiento de esta participación que sea la que ofrezca el rumbo para la construcción de escuelas para todas las personas.
2. Usted ha transferido su alto conocimiento en la materia en muchos países del mundo. En lo que respecta a la inclusión educativa integral ¿existe una brecha en el desarrollo logrado en el continente americano respecto, por ejemplo, a países europeos de vanguardia? ¿en este lado del mundo, seguimos muy rezagados?
Yo diría que algunas de las políticas globales que se están desarrollando, por ejemplo, a través de organismos como la OCDE, nos están acostumbrando a comparar lo incomparable, porque los contextos sociales, históricos y culturales son muy diferentes de unos países a otros, especialmente si son de continentes distintos. Es algo que no tiene sentido, y que ofrece imágenes distorsionadas de la realidad, porque la comparación no es neutral.
Existen temas que nos diferencian y otros que son comunes. También dentro de la región existen grandes diferencias, pero también logros y preocupaciones que son comunes a varios países. Todos los sistemas educativos están llamados a avanzar hacia cotas mayores de equidad e inclusión. Todos tienen, también, escuelas y docentes que hacen trabajos excelentes que pueden servir a otros para desarrollar sus propias prácticas respetuosas con la diversidad humana. Y también existen algunos motores –personas y colectivos– que con su activismo pueden ayudar a impulsar la participación de toda la ciudadanía en este proceso tan ilusionante. Es muy grande el reto, pero también necesario, y de primer orden en la agenda global. Este programa puede constituir un buen insumo para el desarrollo de análisis y propuestas más allá de las políticas nacionales de cada uno de los países de América Latina, una mirada más global que puede constituir un catalizador. Un mayor impulso por parte de las organizaciones que lo lideran podría repercutir en el valor de esta mirada global.
3. A propósito de brechas ¿existen distancias y diferencias entre los sistemas públicos y privados para instrumentar acciones tendentes a lograr una educación verdaderamente inclusiva? ¿Resta aún trabajar en una interconexión entre ambos sistemas, en base a un trabajo de complementariedad genuina y permanente?
Existe esa brecha, y además es muy incisiva. La educación es un derecho humano. Esto significa que es un bien que tenemos que garantizar, y lo tenemos que hacer extensivo a toda la población. El proyecto de hacer escuelas inclusivas está directamente relacionado con esto: no importa de dónde vengas, ni el estatus socioeconómico de tu familia, ni el nivel cultural de tus padres, ni tu capacidad, ni el género, ni tu orientación e identidad sexual… La escuela tiene la obligación de garantizar la educación. Incluso, al ratificar la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad hemos asegurado que cuando decimos educación, nos referimos a educación inclusiva. Es decir, garantizar este derecho es incompatible con la posibilidad de elegir al alumnado, y esto pasa por el fortalecimiento de la educación pública, alejada de la perspectiva empresarial de la escuela. Y por el fortalecimiento de otras políticas sociales que permitan establecer equilibrios en sociedades aún muy desiguales. Esto no puede depender de iniciativas privadas por muy valiosas que puedan ser, sino que han de ser derechos que los Estados deben garantizar.
4. En base a su experiencia y conocimiento ¿qué tipo de barreras son las más difíciles de superar para lograr un sistema educativo que diluya definitivamente la desigualdad y la segregación?
Pues yo diría que son las emocionales. Sin darnos cuenta nos socializamos en sociedades que reniegan una y otra vez de las diferencias, y aprendemos a huir de ellas, a repudiar y esconder las nuestras, y a temer todo aquello que sale significativamente de la norma, incluidas las personas. Es un proceso de doma cognitiva y conductual que comienza en nuestra primera infancia, y que es muy incisivo. Los docentes tenemos una tarea muy compleja pero también apasionante para deconstruir la desigualdad que hemos vivido y propiciado. Necesitamos hacernos conscientes de que somos agentes de esa discriminación, y que es injusta. Y esto es especialmente difícil porque significa rechazar parte de nuestros privilegios. En el caso de las relaciones de género se hace muy evidente: los hombres hemos tenido y tenemos privilegios que han situado históricamente a las mujeres en una situación de subordinación. Superar la desigualdad de género implica la eliminación de estos privilegios en los diferentes contextos: en el doméstico, en el laboral, en el educativo, en los medios de comunicación… Lo mismo ocurre con otras formas de discriminación: una persona con parálisis cerebral, por ejemplo, no será reconocida como ciudadana (¡sí, su condición de ciudadanía con derechos!) mientras no asumamos, por ejemplo, que la escuela es tan de ella como de cualquier otra persona. Superar la desigualdad en las escuelas se asienta en la necesidad de eliminar cualquier forma de segregación (en centros y aulas específicas) para que podamos aprender unos de otros, participando juntos y siendo reconocidos en nuestras singularidades, que son las que nos hacen sujetos.
5. ¿Qué otros aspectos rescata de la alianza OEA-ORITEL para llevar a cabo estos seminarios que han tenido una gran repercusión a nivel social?
Los procesos llevados a cabo en los países en los que se ha desarrollado el programa han arrojado discursos de los participantes de gran valor, aunque con un impacto aún por explotar. Los talleres con jóvenes y los paneles de familias y docentes han sido excelentes. Ellos pueden significar el inicio de proyectos de trabajo en cada uno de los países, que podrían desarrollar propuestas y buenas prácticas, recibiendo el acompañamiento en dichos procesos. Apoyarlos, impulsarlos y documentarlos puede hacer la diferencia. Si los trabajos realizados en los seminarios tienen continuidad pueden ser el germen de algo valioso para la región, especialmente si ponemos en relación los proyectos que emerjan en cada país. Ello requiere un compromiso de las organizaciones que lideran el programa.
Lo que nos jugamos es mucho. Eso que se ha venido a llamar educación inclusiva –que no es otra cosa que la educación, pero para todas las personas– es el gran proyecto que tiene la institución escolar en el mundo. Estamos decidiendo qué escuela queremos. La actual deja fuera a muchos niños y niñas. Esto no es un ejemplo para las sociedades democráticas que deseamos. La escuela tiene que ser un germen de democracia y de justicia social. Y eso requiere que contemos con toda la infancia, que aguarda indulgente a que nos decidamos de una vez por todas. Es el momento.
*IGNACIO CALDERÓN. Español. Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España). Investigador sobre la diversidad y los procesos de exclusión e inclusión educativa, miembro del Grupo de Investigación Teoría de la Educación y Educación Social, miembro del Foro de Vida Independiente y Diversidad, Asesor Científico en el Área de Educación de la Federación Iberoamericana de Síndrome de Down.